Carla, de 9 años, llegó un día llorando al colegio. Al preguntarle que le ocurría, nos contó que el perro de un vecino había muerto, y que le había recordado a cuando murió su tío casi dos años atrás. Le ofrecimos un espacio para que se desahogase y nos relató lo siguiente:
En verano mis padres me dejaron en casa de unos primos. Pensé que volvería pronto a casa, pero estuve con ellos casi dos semanas. Cuando vinieron a buscarme me dijeron que me habían apuntado a un campamento de 15 días que estaba un poco lejos, y como ya llevaban mi mochila con bañador y eso, pues me llevaron allí en coche.
Cuando salí del campamento mis padres dijeron que mi tío se había atragantado bebiendo cerveza en un restaurante y que estaba muerto. Además, le habían quemado y fueron a llevar su cuerpo a unas montañas. Me contaron que echaron su cuerpo por el campo…un brazo por ahí, una pierna por allá, la cabeza por otro lado y así…porque claro cuando te queman…tu ya no puedes ir entero.
Mi madre me dijo que no llorase porque no vale para nada. Si ya está muerto, llorando no se arreglan las cosas…
La forma en la que Carla narró la muerte de su tío nos conmocionó. Al preguntarle que era lo más agradable y alegre que recordaba de su tío cuando estaba vivo, entre lágrimas contestó “que bebía mucha cerveza”.
Esta historia es un caso real, y refleja lo difícil que puede ser para una niña superar un duelo cuando no se le acompaña adecuadamente desde el inicio de la perdida.
El anterior post «Hablar de la muerte con los niños», hace hincapié en la importancia de mantener con ellos una buena comunicación sobre el hecho de morir. Esto nos ayudará, entre otras cosas, a evitar que los niños elaboren sus propias teorías sobre la muerte, ya que muchas veces, sus suposiciones les generan gran confusión y terror. Los niños tienen una gran imaginación y en ciertas etapas del desarrollo su pensamiento es mágico, por eso sus reacciones y preguntas pueden ser muy dispares y “raras” en función de la edad, siendo necesario mostrar interés y paciencia con las dudas e ideas de los más pequeños.

Al igual que los adultos, los niños necesitan afecto, sentirse escuchados y acogidos emocionalmente para adaptarse a la situación. Es importante que los adultos que le rodean acepten la realidad de la pérdida como parte inherente de la vida, normalizando en lo posible la situación, el dolor y las emociones que esta puede generarnos. Esto ayudará a reducir la sensación de problema individual (que el niño piense que solo le ocurre a él).
Existen algunas diferencias entre el duelo infantil y el adulto. Hay expertos que aseguran que los niños suelen elaborar el duelo de forma más rápida, ya que el impacto de las perdidas en su vida podría ser menor. Normalmente preservan sus áreas vitales, hábitos y rutinas, siendo esto un factor protector (si no se mantienen, las consecuencias si pueden ser complejas). Los niños atribuyen la pérdida a cuestiones concretas y sencillas (lo que a ellos les falta), mientras que los adultos experimentamos la pérdida de una relación otorgándole un significado más simbólico y complejo.
La forma en que los niños vivan el duelo dependerá en gran medida de 4 cosas:
1. Las características de la perdida (repentina, violenta, esperada…) y la relación que tenía con la persona fallecida.
2. La edad. La etapa del desarrollo y el grado de evolución de su concepto de muerte.
3. Las explicaciones que les demos y la calidad de la comunicación.
4. Nuestro modelo. Como nosotros vivimos el duelo.
1. LAS CARACTERÍSTICAS DE LA PERDIDA (REPENTINA, VIOLENTA, ESPERADA…) Y LA RELACIÓN QUE TENÍA CON LA PERSONA FALLECIDA.
En un duelo hay varios duelos. Nos ayudará preguntarnos qué es lo que el niño ha perdido con el fallecimiento: alguien que le amaba, le apoyaba y escuchaba, le divertía y generaba sensaciones agradables, le enseñaba, …
Cuando nos enfrentamos a una pérdida, especialmente si es repentina, nuestra sensación de seguridad y estabilidad se quiebra, dando lugar a la vulnerabilidad y a la indefensión. Se rompe esa sensación de “falsa invulnerabilidad” que nos acompaña durante gran parte de nuestra vida, esa asunción de que “a nosotros no nos va a pasar nada”. Cuando esto le ocurre a un niño, puede sentir que su supervivencia peligra. Es importante que podamos dejarle claro que siempre habrá un adulto para cuidarle y que no se quedará solo.
El duelo es un proceso “activo”, esto quiere decir que nuestro organismo está trabajando para aceptar la pérdida. Cuando el duelo es sano y natural, el dolor que sentimos es el fruto de ese trabajo de adaptación. Es indispensable comunicarle al niño que habrá un día en el que volverá a sentirse bien.
2. LA EDAD. LAS ETAPAS DE DESARROLLO INFANTIL Y EVOLUCIÓN DEL CONCEPTO DE MUERTE.
Al igual que en el duelo adulto, en el duelo infantil hay diferentes tareas, no solo el tiempo nos cura. Para acompañarles en la elaboración de la pérdida, nos ayudará conocer las etapas del desarrollo y saber cómo entienden la muerte en las diferentes edades.
La siguiente imagen recoge que cosas nos ayudarían o no, en base a la edad.

3. LAS EXPLICACIONES Y LA CALIDAD DE LA COMUNICACIÓN.
Es importante que seamos conscientes de cuáles son los motivos que nos impiden tener una comunicación sincera y abierta con los niños, y también conocer que factores nos pueden facilitar los diálogos. Puede ser difícil, y más cuando se trata de un niño, afrontar el propio miedo a entrar en el sufrimiento del otro.
Para prevenir un duelo complicado, es preciso que los niños adquieran nociones básicas sobre la muerte:
- La muerte es un estado permanente, definitivo e irreversible:
- Es universal. Todo lo que vive muere en algún momento.
- El cuerpo deja de funcionar. Todos los procesos vitales se paran tras la muerte.
- La muerte tiene una explicación. Se produce por una causa física.
No utilizar las palabras con claridad (muerto, muerta, fallecido, moribunda) y no insistir en la irreversibilidad de la muerte, puede ser muy contraproducente, ya que dificultamos que el niño pueda avanzar en el dolor al NO LLEGAR A ASUMIR QUE EL FALLECIDO NO VOLVERÁ. La idea de que el difunto aun puede volver, mantiene la esperanza y con ello la “congelación emocional”. Solo cuando asimilan el hecho de que la muerte es permanente, pueden avanzar el dolor de un duelo.
Además, sostener ideas de regreso, puede generar en el niño ira y frustración hacia el fallecido, ya que podría llegar a pensar que la persona no vuelve porque no quiere o porque se ha olvidado de él.
No es recomendable edulcorar el fallecimiento, su momento y sus causas. Las mentiras o las verdades a medias son solo parches temporales que posteriormente suelen generar enfado con el adulto que le ha dejado vivir en una mentira. La falta de verdad y transparencia (siempre adaptada a la edad y al desarrollo del niño), en algún momento puede hacer tambalear los cimientos de su confianza en nosotros, y esto podría convertirse en una pérdida añadida.
Dormir, tener un accidente, estar enfermo, o atragantarnos con una bebida no son causas directas de muerte. A lo largo de nuestra vida enfermamos, tenemos accidentes y dormimos, sin que ello tenga que desembocar en fallecimientos. Para no crear temores en el niño, es mejor explicar la causa exacta; que ciertos órganos o funciones vitales fallan.
Es importante que sepan cual es el motivo de la muerte de un ser querido, y cuál es la causa por la que se han parado sus funciones vitales. En las fantasías, los niños pueden incluso asociar la muerte a algún enfado que han tenido con la persona, y sentirse culpables por ello. Han de entender que los pensamientos, palabras, las conductas, los gestos, no solo no matan, sino que tampoco son significativos si los comparamos con el resto de tiempo que hemos pasado con la persona.
El hecho de que alguien fallecido, a quien no vemos ni sentimos, nos pueda abrazar o ver desde algún lugar, puede producir gran confusión e incluso terror en los niños. Por ello, es importante dejar claro que las personas cuando fallecen ya “no hacen cosas”; no pueden ver, no escuchan, no caminan, no sufren ni sienten.
“Nuestro recuerdo es libre; podemos ayudarles a elegir como quieren recordar a una persona. Las personas fallecidas están solo en nuestra memoria y en nuestro corazón a través de nuestros recuerdos; del recuerdo de las cosas que vivimos con ellas, de lo que sentimos cuando estábamos a su lado, y de lo que nos enseñaron.”
Es importante insistir en la idea de la memoria o el recuerdo sin eufemismos abstractos o complejos. El cuento “Los regalos de Charly y las Gafas Mágicas” (leer post) es una historia que pretende representar esta idea.

Ver Post : Como hablar de la muerte con los niños.
4. NUESTRO MODELO. COMO NOSOTROS VIVIMOS EL DUELO.
“La buena gestión de la adversidad y la alegría de vivir se aprenden y contagian en familia. El vínculo de apego seguro se construye a lo largo de los años.”
En el caso de perder a alguien muy significativo, los efectos del duelo a largo plazo se relacionan más con la situación que el niño vive tras la pérdida, que con la pérdida misma.
Lo queramos o no, los niños aprenden más de aquello que hacemos que de lo que les decimos. Son muy sensibles a nuestros gestos, emociones y contradicciones, pero esto no tiene porque asustarnos a la hora de relacionarnos con ellos y educarles en la perdida.
En ocasiones se crea una especie de “círculo vicioso” que es aconsejable evitar:
-Nosotros: Por instinto de protección, no queremos que vivan la angustia que produce la pérdida. Se finge una falsa tranquilidad o se actúa como si nada pasase.
-Ellos: Perciben nuestra angustia y nuestra huida. Rápido aprenden que es un tema del que mejor no hablar y tratan de protegernos a nosotros; evitan hacernos preguntas y temen hacernos más daño.
Aunque nos parezca contradictorio, SOBREPROTEGER ES DESPROTEGER: Si minimizamos la importancia de lo ocurrido y tratamos de evitarles el sufrimiento, les alejamos de la posibilidad de adquirir herramientas y habilidades necesarias para reponerse de las dificultades de la vida. Sobreproteger, a largo plazo puede impedir tareas básicas en el desarrollo de una personalidad madura, tales como aumentar la tolerancia a la frustración, la capacidad de gestionar las emociones y de aceptar aquello que no podemos cambiar.
Tanto en adultos como en niños, se dan sentimientos contradictorios y dolorosos hasta que se encuentra un espacio sano de relación con el ausente en el recuerdo. Si los niños ven a los adultos manifestar su dolor, siempre que no suceda de un modo desconsolado, les ayudará a elaborar el suyo. Es una buena manera de comunicarles que es adecuado expresar lo que sienten, y de dar tiempo y espacio para que ellos experimenten sus propios sentimientos.
Surgen muchas preguntas sin respuesta, especialmente si el fallecimiento se ha debido a causas evitables: “¿por qué me ha pasado esto a mí?, ¿por qué no hicieron nada?, ¿porque tuvo que coger la moto ese día? y si yo hubiera…”. Estas preguntas que intentan variar la situación, imaginar otra situación posible, son normales en un duelo y nos conducen a poder aceptar lo ocurrido. “No lo sé” es a veces la única respuesta; es bueno que sepan que hay preguntas para las que los adultos tampoco tenemos respuesta.
COMUNICAR LA MUERTE
Es preciso respetar la capacidad del niño para tolerar la conversación sobre el fallecimiento. La noticia debería ser transmitida por personas queridas y cercanas, a ser posible sus padres o la persona que se quede al cuidado del menor en caso del fallecimiento o ausencia de estos.
Ha de informarse lo antes posible sobre la pérdida, sin esperar a que pasen los ritos u homenajes de despedida. En caso de que quien fallezca sea una persona muy cercana, la información debería proporcionarse de forma casi inmediata. De no ser así, corremos el riesgo de dejarlo fuera de aspectos importantes de la despedida, lo que puede dar lugar a un duelo complicado, ya que aumenta la dificultad para asumir la realidad de la pérdida.
En caso de que los padres o cuidadores estén muy afectados por la noticia de la muerte, podemos dejar que sea una persona cercana y significativa en quien el niño confíe (un tío, abuela…). Esto nos ayudará a proteger al niño de situaciones muy desbordantes (explosiones emocionales excesivas) que puedan asustarle o que no sea capaz de asumir.
Es fundamental que, al transmitir la noticia, afrontemos la verdad que rodea a la muerte por muy dura que sea, adaptándola siempre al desarrollo cognitivo del niño. Esto evitará que en un futuro el niño se sienta engañado. Afrontar este tema con la verdad permite que el niño confié en nosotros y se sienta parte activa del proceso.
No es necesario transmitir toda la información de golpe, se puede ir proporcionando de manera gradual, dejando la puerta abierta al dialogo y haciendo sentir al niño que es libre para hablar del asunto.
Hay lugares, como el colegio, en los que los niños pasan muchas horas. Sería recomendable informar a esos entornos sobre la pérdida para facilitar que puedan acompañarle en el proceso.
RITUALES DE DESPEDIDA Y RECUERDO
Los rituales de despedida nos sitúan ante la realidad de la perdida, favorecen la aceptación de la muerte, y facilitan el apoyo social y comunitario.
No existe una edad específica a la que sea aconsejable llevar a un niño a un ritual de despedida. Varios expertos señalan que es partir de los 6 años, pero es necesario tener en cuenta su “edad cognitiva” y su maduración, así como poder asegurarnos de que el niño entiende porque se va al ritual y que es lo que puede ver allí. Trataremos de anticipar la situación que se va a encontrar, en la medida de las posibilidades, y dejaremos que sea él quien decida si quiere o no acudir:
Las personas pueden estar tristes y cansadas.
Puede que veas llorar a algunas personas que quieres mucho.
Las personas hablan sobre el fallecido y se expresan cariño
Tipo de ritual y que se hará en él.
Después de una pérdida, el sentimiento de pertenencia familiar suele ser muy intenso, y pueden sentirse desplazados si no les incluimos o intentamos involucrarles en la medida de lo posible. Si muestran muchas dudas o no quieren ir, les recordamos que no es obligatorio y que son libres de actuar como creen.

Es fundamental tranquilizar al niño cuando manifiesta el temor a olvidarse de la persona que ha fallecido, o de los detalles que ha vivido con ella. Es importante comunicarles que la persona que ha muerto no va a ser olvidada ni reemplazada por nadie. Estos temores son reales, pero podemos ayudarles a elaborar los recuerdos más significativos y animarles a hacer cosas que les ayuden a mantener esos recuerdos presentes para poder conservarlos con el paso del tiempo.
Para generar esos recuerdos es importante hablar del fallecido con la máxima naturalidad posible y llevar a cabo rituales de recuerdo en fechas señaladas (cumpleaños del fallecido, día de fallecimiento, etc..). Estos rituales pueden ser muy variados y tan creativos como queramos. Por ejemplo; lanzar un globo al aire, hacer un álbum de fotos o un libro de recuerdos, escribir cartas, etc.
RECURSOS
Para los niños es beneficioso acompañar el duelo con cuentos o relatos, libros, dibujos, cartas, etc., convirtiendo nuestro tiempo con ellos en momentos de calidad y de conexión emocional. Dedicar tiempo a acompañar su proceso transmite al niño la sensación de que sus emociones y sentimientos son importantes. Esto aumenta su seguridad y confianza en nosotros y en sí mismo.
Las siguientes actividades pueden ayudarnos:
-DIARIO DE DUELO: Además de un ejercicio para duelo, es un buen ejercicio de educación emocional. Nos ayuda a conocer al niño y a que saber que puede necesitar en diferentes situaciones. También podemos elaborar nuestro diario de duelo y compartirlo con él, apreciando las similitudes y diferencias en nuestras necesidades.
Consiste en rellenar las siguientes frases:
Que me gustaría pedir a las personas que quiero cuando…
- Estoy triste:
- Confundido:
- Enfadado:
- Alegre:
- Cuando no quiero hablar:
- Cansado:
- Cuando echo de menos a…
Como ejemplos de respuestas podrían apuntar; que me abracen, que me dejen solo, que me digan que me quieren…
-FOMENTO DE EMOCIONES POSITIVAS: Varios estudios afirman que las emociones positivas tienen un efecto curativo. Fomentan nuestra resiliencia (capacidad de afrontar la adversidad) y ayudan a contrarrestar los sentimientos dolorosos. Generar emociones como el amor, la serenidad, la paz, la ternura, el interés, la gratitud, la diversión, etc. puede ayudarnos a lidiar con el dolor de la perdida.
-CARTA: coger papel y boli y escribir lo que nunca te dije, asuntos inconclusos, secretos, expresión de sentimiento, necesidad de perdón…Es útil para los más mayores por ser más hábiles en el uso del lenguaje.
-PELÍCULAS Y LIBROS RECOMENDADOS PARA DUELO SEGÚN SU EDAD; Pueden servir como modelo y ayudan al niño a entender que no es único, sino que hay otras personas que se sienten de la misma forma o pasan por circunstancias parecidas. Además, pueden transmitir valores y formas de afrontamiento positivas. Ejemplo; El Rey león, de la muerte surge valores como la independencia y la búsqueda de felicidad.
En situaciones anormales, cualquier reacción podría ser normal. Por ello es importante no juzgarles con dureza y dar tiempo a que el dolor vaya remitiendo. Aun así, hay varios comportamientos (insomnio, intensa ansiedad de separación, llanto constante…) que nos podrían indicar que el duelo se ha complicado. En estos casos, o si tenemos dudas sobre la “normalidad” de los que le ocurre, sería recomendable buscar asesoramiento profesional.

Libros recomendados para niños:
Para adultos:
Hablar de la muerte con los niños
REFERENCIAS
Hablemos de duelo. Manual práctico para abordar la muerte con niños y adolescentes. Fundación Mario Losantos del Campo https://www.fundacionmlc.org/noticia/descarga-aqui-guia-duelo/