El hombre Cabeza Losa

hombre Cabeza Losa

El hombre Cabeza Losa caminaba amargamente por la ciudad ante la mirada crítica de la gente.

Comenzaba a darse cuenta de que había estado viviendo bajo el peso de las expectativas de los demás; de sus familiares, sus profesores, sus amistades, su pareja, sus jefes y sus vecinos.

Cuando el hombre Cabeza Losa hacia un gesto de espontaneidad, libertad o independencia, las personas de su entorno, con o sin mala intención, humillaban sus intenciones y coartaban sus inquietudes con comentarios despectivos o sutiles ataques a su integridad.

Cada vez más enfadado, confuso y decepcionado, el hombre Cabeza Losa tomaba decisiones guiado por el miedo y en base al juicio de otros, en ocasiones incluso sin saber, que no eran elecciones propias, pues había sido condicionado desde pequeño con castigos, rechazos, recompensas y halagos. El pensamiento crítico del hombre Cabeza Losa, sus deseos y sus pasiones se reprimían a medida que pasaban los años. Se sentía un fraude, un impostor de su propia vida, muy hábil en tragarse sus gritos y sus lágrimas.

Su cabeza se volvía cada vez más pesada, llena de “deberías”, de mandatos personales y sociales, de estándares culturales, de culpa, de vergüenza y de censura. Era tan pesada que el hombre Cabeza Losa no pudo soportar más su propia carga, su dolor de alma y de espalda. Harto de ceñirse a las exigencias de una vida que sentía ajena, el hombre Cabeza Losa se rindió ante el peso y se volcó abruptamente, rompiendo contra el suelo el hormigón de la losa y liberando así, el contenido de su psique.

Tras el duro impacto, el Hombre recuperó la calidad de su visión, sintiendo por primera vez ligereza y armonía en todo su cuerpo. Poco a poco recobró el pensamiento crítico, la honestidad y la libertad, y se prometió que se aceptaría y amaría a sí mismo, a pesar de no cumplir con las expectativas de sus allegados. Estaba ahora expuesto al rechazo, al abandono y a la perdida de personas del entorno, pero no podía permitirse vivir de forma deshonesta por más tiempo.

RECUPERAR LA INTEGRIDAD Y LA LIBERTAD

Todos hemos adquirido aprendizajes culturales que nos limitan como seres humanos. Gran parte de ese aprendizaje destructivo se ha transmitido durante generaciones y siglos, por parte de padres, profesores, religiosos u otras personas bienintencionadas. Puede estar tan integrado en nuestras vidas que no seamos conscientes de él, pero el dolor que nos genera el condicionamiento cultural dañino está presente en el día a día.

En el proceso del desarrollo de la personalidad, no es frecuente que se de una coherencia plena en el concepto de “yo mismo”, sino que existen discrepancias entre aquello que pensamos, decimos y hacemos, y confusión respecto a nuestros valores, sentimientos y necesidades. Las personas solemos desarrollar un estado de incongruencia, o lo que es lo mismo, nos separamos de nuestra experiencia orgánica o sabiduría innata. Cuando el principio de coherencia personal se rompe, surge el malestar y el sufrimiento, y son muchas las personas que acuden en busca de ayuda porque sienten que se han alejado por completo de sí mismas. Su realidad y su vida han perdido sentido porque experimentan un desacuerdo entre lo que quieren y lo que hacen, entre lo que sienten y lo que creen necesitar, llegando incluso a actuar en contra de si mismas y de sus necesidades.

Según Marshall Rosenberg, psicólogo creador de la Comunicación No Violenta, nunca se nos ha educado acerca de nuestras necesidades, y además con frecuencia nos vemos expuestos a un adiestramiento cultural que bloquea activamente nuestra consciencia de ellas. Nuestra cultura da por sentado que las necesidades son algo negativo; la palabra “necesitado” aplicada a una persona tiene connotaciones de inadecuación, inmadurez o carencia. Cuando las personas expresan sus necesidades a menudo son tildadas de egoístas, y el uso del pronombre personal YO se relaciona a veces con el egocentrismo.

La depresión y la ansiedad suelen ser indicadores de un estado de separación de nuestras propias necesidades. Lograr escuchar nuestros propios sentimientos y necesidades y empatizar con ellos puede ayudarnos a librarnos del malestar, peros son pocas las personas que tienen la valentía de mirar cara a cara su interior, ya que esto podría implicar tener que asumir asuntos que nos hemos negados durante años y la posibilidad de tener que realizar cambios difíciles en nuestra vida. Es por ello por lo que el consumo crónico de psicofármacos que nos liberan del malestar es tan acusado en la sociedad, ya que permiten al individuo liberarse del malestar sin tener que transformarse a sí mismo, resultando una opción nefasta para el desarrollo de nuestra potencialidad individual. Al fin y al cabo, arriesgarnos a vivir es nuestro mayor miedo.

SABIDURÍA TOLTECA: ¿EDUCACIÓN O DOMESTICACIÓN?
Tolteca
Tolteca

El Dr. Miguel Ruiz, en su libro “Los 4 acuerdos”, cuenta que hace miles de años los toltecas eran conocidos en el sur de México como “mujeres y hombres de conocimiento”. A pesar de la conquista europea y el abuso de poder que sufrieron, consiguieron ocultar su sabiduría ancestral y transmitirla de generación en generación:

El “sueño del planeta” incluye todas las reglas de la sociedad, sus creencias, sus leyes, sus religiones…. Nacemos con la capacidad de aprender a soñar, y los seres humanos que nos preceden nos enseñan a soñar de la forma en que lo hace la sociedad. El sueño externo tiene tantas reglas que, cuando nace un niño, captamos su atención para introducir estas reglas en su mente. El sueño externo utiliza a papá y mamá, la escuela y la religión para enseñarnos a soñar.

La atención es la capacidad que tenemos de discernir y centrarnos en aquello que queremos percibir. Los adultos que nos rodeaban captaron nuestra atención y, por medio de la repetición, introdujeron información en nuestra mente. Así es como aprendimos todo lo que sabemos; cómo comportarnos en sociedad, que creer y que no creer, que es aceptable y que no lo es, que es bello y que es feo, que es correcto y que es incorrecto.

De niños no tuvimos la oportunidad de escoger nuestras creencias, nuestro lenguaje, nuestra religión, ni nuestros valores morales, pero estuvimos de acuerdo con la información que otros seres humanos nos transmitieron. Tan pronto como estamos de acuerdo con algo, nos lo creemos y desarrollamos una fe tan fuerte que el sistema de creencias impuesto controla totalmente la forma en la que percibimos nuestra vida. El Dr. Miguel Ruiz llama a este proceso “domesticación de los seres humanos”, y sostiene que a los niños se les educa de la misma manera que se domestica a un perro o a cualquier otro animal; con un sistema de castigos, recompensas y halagos:

En el proceso de domesticación perdimos todas nuestras tendencias naturales. Cuando fuimos lo bastante mayores para que nuestra mente lo comprendiera, aprendimos a decir que “no” y nos rebelábamos para defender nuestra libertad, pero el sistema es tan fuerte que, incluso años después de haber entrado en contacto con nuevos conceptos y de intentar tomar nuestras propias decisiones, nos damos cuenta de que esas creencias todavía controlan nuestra vida.

Cualquier cosa que vaya en contra del sistema hará que sintamos una sensación de miedo. Incumplir sus reglas abre nuestras heridas emocionales y cualquier cosa que ponga en tela de juicio lo que creemos nos hace sentir inseguros y vulnerables, aunque el sistema esté equivocado, mantenerlo hace que nos sintamos seguros. Por este motivo, necesitamos una gran valentía para poder desafiar nuestras creencias; porque, aunque no las escogimos, es cierto que las aceptamos.

En los acuerdos que has aceptado te has dicho quién eres, que sientes, que crees, y como debes comportarte. El resultado de esos acuerdos sería lo que llamamos personalidad, autoconcepto o imagen de uno mismo.

Además, cuando los acuerdos son asimilados, nos convertimos en nuestro propio juez; nos domesticamos a nosotros mismos según las creencias que nos transmitieron y nos imponemos el mismo sistema de recompensa y castigo. Formamos una imagen mental de la perfección, y al no conseguir alcanzarla nos sentimos falsos, frustrados y deshonestos.

Esta imagen de perfección es el motivo por el cual nos rechazamos a nosotros mismos y no aceptamos a los demás tal como son. El grado de rechazo que sentimos por nosotros mismos depende de lo efectivo que haya sido el entorno para romper nuestra integridad. El resultado es un sentimiento de falta de autenticidad y una necesidad de utilizar máscaras sociales para evitar que los demás perciban nuestra verdad, lo despreciables que creemos ser. De la misma forma, juzgamos a los demás según nuestra imagen de perfección, y naturalmente no alcanzan nuestras expectativas. El juez interior lo juzga todo y a todos muchas veces al día y durante todos los años de nuestra vida.

LA IMPORTANCIA DE LA COMUNICACIÓN

La comunicación y la cultura son fenómenos que se entrelazan, y la creación y mantenimiento de la sociedad depende de ellos.

Aunque tal vez no consideremos que nuestra manera de comunicarnos es violenta, las palabras con frecuencia nos conducen al daño y al dolor, ya sea para los demás o para nosotros mismos. La Comunicación No Violenta está basada en una serie de habilidades del lenguaje y de la comunicación que refuerzan nuestra capacidad para conservar nuestra humanidad, incluso en condiciones difíciles. En lugar de respuestas automáticas, nuestras palabras se convierten en respuestas conscientes con una base firme en la conciencia de lo que percibimos, sentimos y queremos. Es una manera de entrenar la atención centrándola en nuestro interior.

Marshall Rosenberg, en su libro “Comunicación No Violenta. Un lenguaje de vida”, se plantea que es lo que sucede para que nos desconectemos de nosotros mismos y de nuestra naturaleza, y describe una serie de razones:

                – Un tipo de comunicación que aliena de la vida es el uso de juicios moralistas que implican error o maldad por parte de las personas que no actúan en armonía con nuestros valores. Dichos juicios pueden verse en comentarios como: “el problema contigo es que eres demasiado egoísta”, “es una vaga”, “eso es inapropiado”.

                – La comparación entre personas disminuye el amor propio y fomenta los sentimientos de inadecuación y envidia: “ojalá fueras como tu hermano”, “deberías tener un buen trabajo como el de ella”. Jean Paul Sartre afirmaba que “Ningún hombre es igual a otro. Ni mejor ni peor, es otro”, y por ello, compararse con otras personas no tienen sentido. Resulta útil conocer y aceptar nuestras capacidades, defectos y virtudes, así como las de los demás.

                – Nuestro lenguaje facilita la negación de la responsabilidad personal a través de expresiones como “tú me haces sentir…”. Olvidamos que somos responsables de nuestros propios pensamientos, sentimientos y acciones. Lo que hacen los demás puede ser estímulo de nuestros sentimientos, pero nunca la causa. Un mismo hecho puede causar diferentes emociones en distintas personas, siendo responsabilidad propia reconocerlas, gestionarlas y expresarlas.

                – Pensar que somos responsables de los sentimientos de los demás y creer que tenemos que esforzarnos para mantenerlos felices. Si mantenemos esta idea es fácil caer en actitudes de manipulación por parte de quienes nos rodea, sin olvidar que siempre somos nosotros quienes decidimos actuar tal y como lo hacemos.

                – El lenguaje del error y la obligación; los debería y los tengo que. Son expresiones trágicas de nuestros valores y necesidades, ya que generan miedo, culpa y vergüenza. Nuestra atención está centrada en clasificar, analizar y determinar niveles de error, en lugar de en lo que tanto nosotros como los demás necesitamos.

                – Los cumplidos y elogios convencionales con frecuencia toman forma de juicios, y, por muy positivos que sean, a veces la intención que hay detrás de ellos es manipular el comportamiento de los demás.

                – Los castigos y las recompensas: El castigo también puede incluir etiquetar con juicios, retirar privilegios, emplear la culpa para desacreditar, retirar el cariño o el respeto, negar la comunicación, etc. La acción correctiva se aplica con el fin de que las personas sufran lo suficiente para ver el error en su manera de proceder, se arrepientan y cambien. Sin embargo, esta acción punitiva, en lugar de suscitar arrepentimiento y aprendizaje, genera dolor, resentimiento y hostilidad. Cuando nos sometemos y hacemos algo con el único propósito de evitar el castigo, nuestra atención se distrae del valor de la acción en sí misma y de nuestros propios valores y necesidades; nos concentramos en las consecuencias, en lo que podría suceder si no llevamos a cabo dicha acción, mermando la buena voluntad y la autoestima.

Culpar y castigar no contribuyen a que los actos de los demás se fundamenten en las motivaciones que nos gustaría inspirar en ellos. Si el rendimiento de un trabajador aumenta debido a su miedo al castigo, el trabajo quedará hecho, pero su estado de ánimo se resentirá y tarde o temprano bajará su productividad.

El miedo al castigo impide a los niños ser conscientes de la compasión que hay detrás de las exigencias de sus padres. Con frecuencia, los niños recogen el cuarto o hacen sus deberes para evitar un castigo, por miedo a disgustar a los padres o ser rechazados por ellos.Sin embargo, la Comunicación No Violenta promueve una actitud ética basada en la autonomía y la interdependencia, reconociendo la responsabilidad de las acciones propias y siendo conscientes de que nuestro bienestar y el de los demás son lo mismo.

Mas allá de las ideas acerca de hacer lo correcto o lo incorrecto hay un campo. Allí nos encontraremos.

RUMI
LA PSICOLOGÍA HUMANISTA Y SU VISIÓN DEL SER HUMANO

La Psicología Humanista sostiene que el hombre está guiado por fuerzas interiores constructivas y orientadas hacia la realización personal. Bajo este enfoque, Carl Rogers creo la terapia centrada en la persona, basada en una visión del hombre como un organismo digno de confianza. Sostenía la teoría de que las personas son básicamente buenas y capaces de curarse a sí mismas si se les presentan las condiciones adecuadas, ya que tienen dentro de sí muchos recursos para entenderse, para modificar su autoconcepto, sus actitudes y su conducta.

Esto afirma que existe en todo organismo, a cualquier nivel, un movimiento constructivo que lo lleva a una realización de sus potencialidades, una tendencia natural hacia la salud y el desarrollo completo. El término utilizado para designar este hecho es “tendencia actualizante”.

La tendencia actualizante parece ser bloqueada cuando los individuos son culturalmente recompensados, condicionados y reforzados por conductas que son contrarias a esta tendencia natural, pudiendo dar lugar a la disociación de la persona teniendo graves consecuencias psicológicas.

Otra hipótesis sostiene que la disociación sucede cuando el amor y la estima recibidos son condicionales; te quiero, pero solo si…. El conflicto reside en los primeros años de la infancia, cuándo debido a las actitudes evaluativas y de poca aceptación por parte de los padres, el niño, impulsado por una necesidad primordial de conservar el amor paterno, y luego de conservar su propia autoestima, desarrolla unas condiciones de valoración personal e interioriza unos valores ajenos como si fueran propios. Comienzan entonces a sentarse las bases para la incongruencia o discrepancia entre el organismo y el «concepto del sí mismo». Este último va distanciándose cada vez más de las necesidades y emociones reales de la persona, y los valores propios van siendo sustituidos por otros recibidos de los demás.

Si el individuo pierde su libertad al dejar de escuchar y seguir sus propios impulsos por miedo a perder el aprecio y amor de personas significativas para él, está perdiendo el contacto con su proceso de valoración organísmica y renunciando a efectuar decisiones con la sabiduría de su propio cuerpo, hecho que Rogers define como el origen de la neurosis, quedando a un nivel inconsciente el empuje de la tendencia actualizante y constructiva. La persona que vive en tal estado de incongruencia o de disociación es una persona que vive en estado de tensión. Frente a la amenaza que le proporcionan las experiencias que le generen incongruencia, reaccionará con angustia y conductas defensivas.

Carl Rogers defiende que el objetivo de la psicoterapia es el de restablecer la coherencia interna, mediante una reorganización de la idea de “quienes somos”, y enuncia una serie de características que definen a una persona que funciona plenamente. Aunque existen discrepancias entre los teóricos respecto a que significa la plena madurez, todos coinciden en ciertos puntos esenciales.

La persona que funciona plenamente

“La base del cambio está, en un periodo de cuestionamiento, de dudas, de gestación de las personas.”

Todos los seres humanos somos capaces de vivir una vida plena, aunque especialmente en algunas condiciones, esto puede tornarse una tarea complicada, pero no por ello deja de ser una labor que tenemos la responsabilidad de asumir, por nosotros mismos y por quienes nos rodean.

A diferencia del resto de los animales, tenemos la capacidad de mirarnos desde fuera y reflexionar sobre nuestra experiencia. Esta autoobservación puede entrenarse y mejorar a lo largo de la vida.

Vivir plenamente requiere estar familiarizado con el lenguaje de las emociones y las necesidades. El psicoanalista Rollo May sostiene que “la persona madura es capaz de diferenciar los sentimientos con muchos matices, como en los diferentes pasajes musicales de una sinfonía. Sin embargo, para muchas personas los sentimientos son tan limitados como las notas de un toque de corneta.”

Entrenarse en la disciplina de la Comunicación No Violenta (CNV) enriquece la conexión con nuestro interior ayudándonos a traducir los pensamientos limitantes a sentimientos y necesidades con los que poder lidiar. Nos alienta a saber diferenciar la autoobservación de la evaluación y el juicio, y aumenta nuestra conciencia del condicionamiento cultural que nos influye en un momento dado. Traer ese condicionamiento a la luz de la conciencia es un paso clave para disminuir su influencia en nuestra vida.

PSICOTERAPIA ¿Qué esperar?

REFERENCIAS

Es.wikipedia.org. 2020. Psicología Humanista. [online] Available at: https://es.wikipedia.org/wiki/Psicolog%C3%ADa_humanista

Rogers, C. and Kinget, G., 1971. Psicoterapia Y Relaciones Humanas. Madrid: Alfaguara.

Rosenberg, M.B., 2015. Comunicación no violenta. Un lenguaje de vida. 3rd ed. Barcelona: Acanto.

Ruiz, M., 1997. Los Cuatro Acuerdos L. 33rd ed. Barcelona: Ediciones Urano.

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