Aunque un niño no haya sufrido la pérdida de alguien cercano o significativo, seguramente ya se ha expuesto a gran cantidad de información sobre la muerte a través de los medios de comunicación, las conversaciones de los adultos, la escuela, y las vivencias de sus compañeros o amigos. Por ello, no es necesario que el niño se encuentre en un proceso de duelo para hablar con él de la muerte, ya que sus preguntas, dudas y temores existen, en muchos casos, antes de que a él le ocurra.
No podemos olvidar que la muerte es un hecho inherente a la vida y que TODOS, antes o después, vamos a tener que enfrentarnos al dolor de una pérdida.
Los niños forman su conocimiento de “que es la muerte” a través de ideas y datos sueltos que oyen sobre el hecho de morir, datos que ellos asimilan en base a sus fantasías o ideas infantiles y en función de la edad. Durante las etapas del desarrollo van incorporando y actualizando su concepto de muerte, y por ello, es importante tener en cuenta estas etapas evolutivas, ya que nos ayudarán a comunicarnos con ellos y a acompañarles gradualmente en la asimilación de ideas ajustadas a la realidad.
La siguiente tabla contiene de forma resumida un análisis de estas etapas:

Las edades son orientativas, y es preciso tener en cuenta la “edad cognitiva” y el nivel de maduración individual. No hay dos procesos iguales, así como no hay dos niños iguales, y hay muchas variables que pueden influir en la adquisición de este concepto: la calidad de la comunicación que recibe, las experiencias previas, su carácter, la forma de afrontar las perdidas en la familia de origen, etc.
Hablar de la muerte con los niños se podría entender, no solo como algo enriquecedor, tanto para ellos como para nosotros, sino también como un ejercicio de prevención, ya que la capacidad de anticiparnos a situaciones de perdida y dolor, de forma realista, natural, y moderada, es un factor de protección frente a duelos complicados.

Cuando hablamos de comunicación, no solo nos referimos a la mera transmisión de información, sino que ha de entenderse la comunicación como un proceso en el que está involucrada la mirada, la escucha, el cuerpo, la distancia y la experiencia personal. Para los niños es beneficioso acompañar el momento de hablar sobre la muerte (o sobre cualquier otro concepto) con cuentos, libros, dibujos, canciones, cartas, etc., convirtiendo nuestro tiempo con ellos en momentos de calidad educativa, lúdica y afectiva.
Sería conveniente aprovechar situaciones de tranquilidad, donde, si es posible, no exista una muerte previsible en la vida del niño. Esto facilitará que, poco a poco, vaya asimilando unas nociones básicas sobre el hecho de morir.
NOCIONES BÁSICAS: ¿Qué es la muerte?
-La muerte es un estado permanente. Poco a poco, el niño ha de entender que la muerte es irreversible y definitiva.
Existen muchas películas o dibujos, en los que un personaje muere, como si entrase en un sueño profundo, y posteriormente vuelve a la vida, sale en otro capítulo o, en el caso de los juegos, puede jugar otra partida. Esto, unido a su nivel de desarrollo evolutivo y a expresiones comunes que utilizamos los adultos como “se me ha muerto el móvil”, o “me quedé muerta con eso que me dijiste”, facilita que el niño entienda la muerte como un asunto temporal y reversible.
Además, cuando alguien muere, muchas explicaciones que los adultos podemos dar al niño podrían hacerle pensar que la persona puede volver, que se puede ir a visitarla o incluso comunicarse con ella:
- “Se ha ido”
- “Está en un lugar mejor”
- “Está en el cielo”
- “Esta como en sueño muy largo”
Es preciso explicar abiertamente que las personas cuando mueren NO VUELVEN, sin tratar de edulcorar las palabras.
En el caso de un niño que ya ha sufrido una perdida, no utilizar las palabras con claridad (muerto, muerta, fallecido, moribunda) y no insistir en la irreversibilidad de la muerte, puede ser muy contraproducente, ya que dificultamos que el niño pueda avanzar en el dolor (por no llegar a asumir que el fallecido no volverá), dando lugar a un duelo complicado.
-La muerte es universal. Todo aquello que tiene vida, muere en algún momento.
Los niños creen que la muerte es selectiva. Ocurre a personas ancianas o a los malos de las películas, pudiendo entender la muerte como un castigo o como la consecuencia de realizar una mala acción.
Hay que tener en cuenta el factor tiempo a la hora de comunicar la universalidad de la muerte los niños, ya que podrían comenzar a preocuparse por la muerte inmediata. Nos ayudarían frases como:
– La táctica de los muy o los mucho –
Dentro de muuucho mucho mucho tiempo…
Si estuviera muy muy muy enfermo…
Cuando sea muuuy muy mayor…
Esta idea no transmite que la muerte tiene cierto carácter incontrolable y puede ocurrir en cualquier momento, sino que pretende hacer llegar cual es la situación estadísticamente más probable, y que lo “normal” es que las personas mueran de ancianas. Una vez dicho esto, no deberíamos utilizar mentiras piadosas ni respuestas mágicas al hecho de que a veces la muerte es repentina.
En el caso de que la muerte de un ser querido sea previsible por enfermedad grave o edad avanzada, es importante que el niño vaya interiorizando gradualmente esa posibilidad. Poco a poco, el niño comienza a valorar que todos vamos a morir, incluso él.
Para que el niño se acerque a la universalidad de la muerte, podría ser útil:
-Poner ejemplos a partir de la naturaleza y otros seres vivos. Observar ciclos vitales de las plantas.
-Escuchar experiencias entorno a la muerte de personas cercanas. Ver fotografías de antepasados y hablar de ellos.
-Fomentar la conciencia del tiempo: Se puede visitar unas ruinas, lugares históricos o yacimientos arqueológicos.
-Libros. Ejemplo: El pato, la muerte y el tulipán (5-9 años).
–El cuerpo deja de funcionar. Todos los procesos vitales se paran tras la muerte.
Hay varias metáforas y expresiones muy comunes que se usan con deseo de tranquilizar al niño y minimizar su dolor:
- “Las personas fallecidas siempre están a nuestro lado”
- “Nunca te abandonará…”
- “Nos vigilan desde el cielo…”

El hecho de que alguien fallecido, a quien no vemos ni sentimos, nos pueda abrazar o ver desde algún lugar, puede producir gran confusión e incluso terror en los niños. Por ello, es importante dejar claro que las personas cuando fallecen ya “no hacen cosas”; no pueden ver, no escuchan, no caminan, no sufren ni sienten.
En lugar de esto, podemos transmitirles que las personas fallecidas están solo en nuestra memoria y en nuestro corazón a través de nuestros recuerdos; del recuerdo de las cosas que vivimos con ellas, de lo que sentimos cuando estábamos a su lado, y de lo que nos enseñaron.
Es importante insistir en la idea de la memoria o el recuerdo sin eufemismos abstractos o complejos. El cuento “Los regalos de Charly y las Gafas Mágicas” (leer post) es una historia que pretende representar esta idea.
–La muerte tiene una explicación. Se produce por una causa física.
Explicaciones como las siguientes pueden generar desconcierto y miedo:
- “Se quedó dormido y ya no se despertó”,
- “Tuvo un accidente”
- “Se puso enfermo”
Dormir, tener un accidente o estar enfermo, no son causas directas de muerte. A lo largo de nuestra vida enfermamos, tenemos accidentes y dormimos, sin que ello tenga que desembocar en fallecimientos. Es mejor explicar la causa exacta; que ciertos órganos o funciones vitales fallan.
También es importante que entiendan que la muerte no se puede producir por el hecho de odiar, enfadarse, o por desearle la muerte a alguien. Nuestros pensamientos, emociones y palabras no tienen la capacidad de manejar la muerte a voluntad. Si esta asunción queda bastante clara, podría evitarse la aparición de sentimientos de miedo y culpa en caso de fallecimiento de alguien cercano.
Una espiritualidad sana es un factor de protección frente a duelos complicados. Las creencias religiosas y espirituales le otorgan diferentes significados a la muerte, pero los niños no suelen entender explicaciones como; “La abuela era una persona tan buena que Dios quiso que estuviese con él”. Es importante hablar de las causas físicas, antes de las religiosas.
ACOMPAÑAMIENTO Y COMUNICACIÓN
Es importante ir acompañando este proceso desde pequeños, prestando atención y escucha a sus sentimientos, preguntas y temores, para que lleguen a etapas posteriores con algunas ideas claras.
La comunicación nos ayuda a evitar que los niños elaboren sus propias conjeturas sobre el tema, ya que muchas veces estas les crean confusión y terror. Sus reacciones y preguntas pueden ser muy variadas y “raras” en función de la edad, siendo necesario mostrar interés y paciencia con las dudas e ideas de los más pequeños:
¿Dónde están?
Cuando estás muerto está todo oscuro y no ves nada.
¿Y si se muere podrá venir a mi cumpleaños?
Yo no me voy a morir nunca porque voy a hacer mucha fuerza.
¿Y por qué tienen que estar en un ataúd tan pequeño? Que le pongan un sitio más cómodo ¿no?
¿Y por qué se mueren las personas buenas?
Con los más mayores es necesario mostrar empatía y normalizar sus emociones, pues comienzan a pensar en cómo la muerte de sus seres queridos podría repercutir en sus vidas, que cosas podrían cambiar y como podrían afrontarlo si esto ocurriese. Para que puedan expresar esas inquietudes, dejaremos la puerta abierta al dialogo y trataremos de no bloquear la expresión de sus preocupaciones con frases como “eso no va a ocurrir y es una tontería que estés pensando en eso”.

Para fomentar el dialogo con los más maduros podemos plantearnos juntos, y de manera “poco seria” varias cuestiones; teorías sobre que hay después de la vida (pues yo me imagino que después de la vida hay…), como nos gustaría morir o qué tipo de ritual de despedida nos gustaría tener.
Con el paso de las décadas, la sociedad ha ido perdiendo la conciencia de vulnerabilidad. No hace mucho tiempo, la muerte era algo visible y los muertos se velaban en los propios hogares. Nuestra cultura es cada vez mas hedonista; persigue el placer y la belleza, y rechaza el dolor o la frustración, hasta el punto de vivir bajo “filtros” y fachadas que nos desconectan de nuestra naturaleza. El resultado de esto podría ser un descenso en los niveles de tolerancia al sufrimiento y a la incertidumbre, un aumento de las conductas adictivas y una sensación de grandiosidad frágil e irreal.
Aquella cultura que no sabe valorar la muerte tampoco sabe valorar la vida.
Profesor Agustín de la Herrán
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Libros recomendados:
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REFERENCIAS
Hablemos de duelo. Manual práctico para abordar la muerte con niños y adolescentes. https://www.fundacionmlc.org/noticia/descarga-aqui-guia-duelo/