DUELO POR RUPTURA DE PAREJA. ¿Qué esperar?

Nuestra relación comenzó y terminó siendo una relación a distancia. Al principio la distancia era física, pero la conexión nos mantenía unidos. Al final no había separación, pero ya no estábamos juntos. Para llegar a él, era tan largo y tedioso el camino que prefería quedarme inmóvil, esperando que el día de mañana la distancia se acortara por gracia divina, pero en mi interior una grieta de lava negra iba tiñendo la vida. La crudeza de la realidad me dejaba vacía y desarmada, ya no podía pintar mis sueños con anhelos de futuro, con risas nocturnas ni charlas cómplices. El punto final tras las palabras se revestía de un silencio cortante, mientras me tragaba los gritos de nostalgia poniendo la verdad en evidencia; -ya no hay relación, el dolor la machacó como la nieve del invierno fulmina los caminos-. Mi coraje deseaba erguirse de nuevo como un castillo de piedra, pero estaba atrapada en una noche larga y oscura a la espera de una voz firme que abriese ante sí un nuevo sendero.

El dolor que puede generar la ruptura de una relación de pareja puede ser uno de los más intensos que tenemos que afrontar en nuestras vidas. Cada ruptura es diferente y cada persona se enfrenta a ellas de una manera particular.

La psiquiatra Elisabeth Kübler-Ross, presento el modelo de las 5 etapas duelo en el año 1969. Este modelo surgió de su trabajo con pacientes que sufrían enfermedad terminal y con sus familiares, a quienes ayudaba a superar la muerte del ser querido. A día de hoy, el modelo de 5 etapas se aplica a cualquier proceso de adaptación a una pérdida (rupturas sentimentales, amputaciones, pérdidas materiales, grandes decepciones, etc.).

En ocasiones, encuentro que tratamos de identificarnos sin éxito en alguna de estas etapas, ya que la realidad del proceso de recuperación de una ruptura es más caótica y variable. No se trata en absoluto de un proceso lineal de etapas, sino que tenemos la sensación de avance y retroceso en una serie de dificultades que suelen aparecer. Lo que si es cierto, es que el proceso de duelo causa mucha incertidumbre, confusión y frustración; ¿seré capaz de superarlo o debería volver a la relación?, ¿es normal lo que estoy sintiendo? ¿por qué la semana pasada estaba mejor que esta?, ¿los demás son más capaces de enfrentar las rupturas que yo? ¿por qué durante el día estoy bien, pero en las noches siento angustia y no puedo dormir?…

La intención de este texto es plasmar algunos de los “asuntos” que se nos pueden plantear cuando nuestra relación de pareja se ha terminado, con el fin de ayudarte a comprender mejor tu dolor y lidiar con él. No tienes por qué sentirte identificado/a con todo lo escrito, cada persona y cada ruptura es única.

¿QUE SENTIMOS/PENSAMOS EN UNA RUPTURA?

dolor ruptura de una relación de pareja
  • Shock o negación: Incredulidad, sensación de pesadilla. Cuando rompemos una relación no solo perdemos a una persona muy importante en nuestra vida, normalmente rompemos también con su entorno, con sus familiares y amigos, con lugares a los que solíamos acudir juntos y las actividades compartidas. Es una pérdida que implica muchas pérdidas, entre ellas las ilusiones, los proyectos y los planes de futuro. Una parte de nuestra vida desaparece y con ello aparece la negación o el shock. Se trata de un mecanismo de defensa ante un dolor difícil de asumir; seguimos pensando que la persona llamará, que hay vuelta atrás o que la separación es algo pasajero. Esta negación nos ayuda a asumir las pérdidas en pequeñas dosis, ya que, posiblemente, no nos sintamos preparados para asimilar todo lo que la ruptura conlleva en el momento inicial. La escena de nuestra vida se está transformando y el cambio puede ser muy doloroso.
  • Dolor: Las personas significativas para nosotros se instalan en nuestro cuerpo y en nuestra memoria creando una intensa huella. Su voz, su risa, sus expresiones, sus actitudes, su olor, sus abrazos…forman parte de nuestra psique y nuestra memoria corporal. Si, el cuerpo recuerda, se llama memoria somática. El dolor es la señal de que nuestro organismo se está adaptando a la pérdida a través de la “limpieza” de memorias psíquicas y físicas. Igual que cuando luchamos contra un virus aparece la fiebre con el objetivo de recuperar la homeostasis o el equilibro del sistema, el dolor del duelo tiene el mismo cometido; el organismo se está encargando de encajar la pérdida y recuperar la armonía. A nivel emocional surgen sentimientos intensos de tristeza, angustia, ansiedad, rabia, etc., pero el dolor se puede manifestar también en el plano físico; dolor de cabeza, presión en el pecho y dificultad para respirar, molestias digestivas, ganas de vomitar, mareos, dolor muscular, etc. A pesar de que se trata de un proceso natural, estas sensaciones pueden volverse muy intensas, siendo uno de los aspectos más complicados del duelo. Puede ocurrir que tratemos de huir de ellas o de anestesiarlas con comportamientos contraproducentes; comida basura, evasión en redes sociales, intentos de contacto con la expareja, alcohol, etc. Luchar contra las emociones o reprimirlas deteriora el sistema nervioso y los órganos vitales. El dolor enterrado o no entendido se convierte en sufrimiento y esto complica aún más la experiencia de duelo.
  • Obsesión. Comportamiento y pensamiento obsesivo: suelen ser fruto del vacío que nos deja la falta de contacto y de afecto. Para paliar este vacío buscamos tener una “sensación de reconexión” con la expareja, ya sea a través del repaso en la mente de situaciones pasadas, de la imaginación de conversaciones o reencuentros futuros, de leer sus últimos mensajes en WhatsApp, ver si está en línea, controlar su actividad en redes sociales, etc. El fin último de estas acciones es generarnos la sensación de que esa persona aún está en nuestra vida.
  • Necesidad imperiosa de conectar: Si por algún casual la expareja contacta con nosotros el malestar y el dolor suele disminuir o aliviarse, como si de un analgésico se tratase. Esto puede dar lugar a contactos más o menos frecuentes con un fin aparentemente banal. Muchas personas consideran que, dado que el contacto con la persona alivia el dolor, sería preciso retomar la relación fallida o bien transformarla rápidamente en una amistad para que el otro siga estando en nuestra vida. Esta es una de las muchas maneras de las que nos autoengañamos para tratar de no hacer frente al dolor de la pérdida, pero el dolor no es un indicador de que haber roto la relación es un error.
  • Culpa y dudas: Aquí aparecen los famosos y creativos ¿y si…?; ¿Y si me he confundido?, ¿y si no le hubiera dicho lo que le dije?, ¿y si me hubiera tratado de manera diferente? ¿y si cambiásemos? ¿y si hubiera sido capaz de hacerme entender? Miles de futuros o pasados alternativos e imaginados nos invaden en un intento de hacernos creer que la relación aún es posible. La culpa es una gran aliada de los ¿y si yo hubiera…? A mayor sensación de culpabilidad respecto a la ruptura más fuerza tomarán las dudas y la confusión, dificultando así el proceso de duelo. La ruptura, al igual que la relación, suele ser cosa de dos (y ninguno de ellos infalible o perfecto). El duelo nos invita a reflexionar sobre las causas y los efectos de nuestras acciones y las de la otra persona, a reconocer y asumir nuestros fallos, y a “cargar” la culpa o responsabilidad de las decisiones tomadas. Esto no implica flagelarse ni atormentarse con lo ocurrido, sino reparar los daños causados en caso de que sea posible o abrazar la culpa e integrarla en caso de que ya no lo sea.
  • Idealización o devaluación de la expareja: Pensamiento blanco o negro (polarizado). Puede ocurrir que, una vez rota la relación, lleguen a la mente todas las cosas positivas que tenía la persona y todo lo bonito que vivimos a su lado. El pensamiento polarizado omite la parte negativa de la relación y todo el sufrimiento que esta nos causó. Movidos por la tristeza pensamos que hemos perdido a la mejor persona del mundo y que jamás volveremos a tener una relación así. Esta idealización puede darse a pesar de que la relación haya sido realmente dolorosa y poco satisfactoria. También es posible polarizarnos al lado contrario y satanizar a la expareja. Movidos por la ira y la decepción consideramos y agrandamos todos sus errores y defectos, pudiéndose generar odio y gran rencor hacia ella. La sanación pasa por poder asumir el dolor de la realidad, esa persona seguramente no era la peor persona del mundo ni tampoco la más grandiosa, pero, por algún motivo, fue la persona en la que decidiste “invertir” tu tiempo, confianza y expectativas, que, al verse derrumbadas han dejado un hueco doloroso y difícil de llenar en tu vida.
  • Altibajos y fluctuaciones emocionales y físicas: Suelen producirse cambios en el sueño y la alimentación, cansancio físico, agotamiento mental, apatía, pérdida de disfrute, ganas de llorar, sensación mayor de vulnerabilidad, necesidad de aislarse o, por el contrario, no querer estar en soledad. La esperanza, la ira o la tristeza pueden intercalarse con sensaciones de euforia, animo expansivo y anestesia emocional (sensación de no sentir nada), como si de una tregua en el duelo se tratase. Por la mañana nos sentimos en lo más “bajo”, y quizá por la tarde nos recomponemos y parece que sentimos hasta cierta indiferencia hacia la ruptura. Puede que al principio del duelo nos sintamos llenos de fuerza y que con el paso de los días o meses caigamos en un estado de melancolía, o bien, que los comienzos sean desgarradores, pero alcancemos la claridad y la paz posteriormente.
  • Pensamiento catastrofista: Se trata de una serie de ideas negativas sobre uno mismo, sobre los demás o sobre el mundo; jamás volveré a tener pareja, nunca encontraré a nadie con él/ella, mi vida ya no tiene sentido, todo lo hago mal, siempre me pasa lo mismo, no se puede confiar en nadie, etc. Estas ideas suelen contener las palabras siempre/nunca o todo/nada. La ruptura puede envolvernos en una especie de pesimismo ilusorio fruto del dolor y el miedo.
  • Esperanza: La frase “la esperanza es lo último que se pierde” es cierta. La pérdida de la esperanza genera un estado de tristeza que puede indicar que estamos en el punto de inflexión del duelo. Ya no pensamos con tanta frecuencia en la otra persona ni en la ruptura, la mente se siente algo más liberada y los sentimientos no son tan intensos. Cuando tenemos claro que la relación se ha terminado y que la persona no va a regresar, se puede comenzar a andar el camino de la recuperación. Poco a poco van surgiendo nuevos planes, nuevas ilusiones y nuevos comienzos en los que la esperanza puede volver a florecer. La esperanza y el “amor” regresan de otra manera, no necesariamente en forma de relación de pareja.

FACTORES DE RIESGO – DUELO COMPLICADO

La recuperación puede verse como un verdadero desafío si consideramos que nos hemos quedado “atrapados” en alguno de los siguientes asuntos:

-Culpa “insana”. Los sentimientos malsanos de culpabilidad generan autoagresión y autodesprecio. Pueden provocar conductas compensatorias (comer, beber o dormir en exceso) y bloquear actitudes de cambio positivo. Al sentir que somos culpables de todo lo indeseable que ocurrió en la relación nos alejamos de nosotros mismos, nos consideramos “malas personas” e inconscientemente nos abandonamos.

-Dependencia emocional. Cuando se traspasan ciertos límites de dolor, sufrimiento y confusión en nuestras relaciones, deberíamos plantearnos si es amor lo que realmente sentimos o si sufrimos dependencia emocional (adicción al amor de otra persona). ¿Sufro dependencia emocional? Leer aquí.

-Refugiarse en otra relación. Si comenzamos otra relación durante el duelo, es posible que esta no fructifique debido a nuestra “poca disponibilidad” emocional o a que comparemos constantemente a la nueva persona con la expareja. Crear una nueva relación (relación de rebote) insatisfactoria puede facilitar que idealicemos la relación anterior, que sintamos mayor confusión y que el duelo se complique.

-Heridas previas de abandono, humillación, traición o rechazo. Nadie llega como una hoja en blanco a una relación de pareja. Todos tenemos heridas de relaciones pasadas, ya sea con familiares, amigos o compañeros. Tienen especial relevancia las heridas de la infancia, aquellas que se originaron en relación con nuestros cuidadores y personas más significativas. Si esas heridas no han sido revisadas y transformadas, pueden volver a sangrar en el día a día de la relación de pareja y dificultar la recuperación de la ruptura.

-Ruptura abrupta o no esperada. Cuando no somos nosotros quienes decidimos romper la relación y tampoco esperábamos que la otra persona lo hiciese. En estos casos puede incluso que no haya una explicación por parte de la otra persona, que simplemente nos digan que “no saben que les ha pasado”, o que la explicación recibida no nos parezca coherente o auténtica. Si creemos que la ruptura no tiene un sentido o motivo claro, pueden tomar gran protagonismo los pensamientos obsesivos en busca de razones, la negación y el dolor.

-Una mala despedida. Desaparecer sin más, faltas de respeto, rencor, cosas que no se dijeron, no respetar el duelo de la otra persona, ir y venir, terceras personas, incapacidad para “perdonar”, etc. Cerrar mal la puerta al salir suele dejar entrar “fantasmas” que dificultan el proceso de recuperación y, que pueden convertirse en “fantasmas del pasado” de relaciones venideras.

Hijos u otros proyectos en común. No es necesariamente un duelo complicado, pero el estar unidos por un hilo compartido, implica mayor necesidad de comunicación y transformación personal. La ruptura suele ser más compleja al generar mayor sensación de pérdida, pero a la vez no podemos renunciar a la “unión” ni al contacto.

«Si consideras que el duelo que estás viviendo es muy doloroso o complicado, no dudes en solicitar ayuda psicológica. TERAPIA INDIVIDUAL. Puedes contactar en el siguiente formulario si tienes cualquier duda sobre el proceso terapéutico.»

UNA DE LAS GRANDES PREOCUPACIONES – EL TIEMPO: ¿CUÁNDO ACABARÁ MI DUELO?

¿El tiempo cura?
En una ocasión, en un grupo de superación de duelo, una de las participantes expresó que su única esperanza para superar la pérdida de su marido era el paso del tiempo. Al escuchar este comentario, el psicólogo que moderaba el grupo se levantó de su silla con semblante serio, se desplazó hacia la esquina de la sala y cogió una planta que a duras penas sobrevivía en una maceta. Antes de volver a su asiento, dejó la maceta en el medio del círculo que formábamos con nuestras sillas. ¿Qué le pasa a la planta? –preguntó-. Los miembros del grupo hicieron diferentes observaciones:

-Está seca.

-Creo que viviría mejor en el exterior.

-Habría que podarla o cambiar la tierra.

-Nadie la ha regado desde hace tiempo.

Tras unos minutos el psicólogo interrumpió – ¿y que os parece si dejamos que pase el tiempo?, ¿no pensáis que el tiempo la curará?
En aquel momento, su propuesta parecía aberrante y absurda. El grupo hizo un silencio y el psicólogo continuó: “El tiempo no cura nada” – afirmó rotundamente –puede suavizar nuestras heridas y atemperar nuestras memorias, pero la sanación es un proceso activo que precisa nuestro impulso, es una andadura personal de crecimiento y transformación.

El tiempo es un recurso valioso que podemos utilizar a nuestro favor. Como todo recurso, saber sacarle provecho depende de nosotros.

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Te animo a participar en nuestro grupo de duelo. Un espacio de encuentro donde crecer y sanar junto a personas que están viviendo lo mismo que tú.

Ponte en contacto a través del correo electrónico psipachecog@hotmail.com, el siguiente enlace a WhatsApp

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o el formulario de contacto.

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BIBLIOGRAFIA

Bourbeau, L. (2021) Las 5 heridas que impiden ser uno mismo: Humillación, injusticia rechazo, abandono, traición. Ciudad de México: Diana.

Modelo de Kübler-Ross (2022) Wikipedia. Wikimedia Foundation. at: Modelo de Kübler-Ross – Wikipedia, la enciclopedia libre.

Rothschild, B. (2015) El Cuerpo Recuerda: La Psicofisiología del trauma y el tratamiento del trauma. Barcelona: Elefthería.

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