El «mal comportamiento» del niño. Mi hijo se porta mal.

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La manera en la que los niños se comportan es solo la parte visible y final de un proceso de toma de decisiones. Al igual que los adultos, antes de tomar estas decisiones, los niños perciben, interpretan y elaboran sus creencias sobre el funcionamiento del mundo, sobre las demás personas y sobre sí mismos.

Pronto aprenden lo que es útil y lo que “funciona” en una situación determinada, y aquello que funciona será lo que repitan en próximas ocasiones. Con el paso del tiempo, estos procesos y acciones repetidas se van tornando cada vez más automáticos, convirtiéndose en hábitos, e incluso en carácter; si el niño piensa que la agresividad funciona para conseguir sus caprichos, la utilizará con mayor frecuencia. Podríamos llegar a pensar que el niño es agresivo y etiquetarle como tal.

Cuando “etiquetamos” a un niño podemos caer en el fenómeno de las profecías autocumplidas; una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causante de que se haga realidad. Por ejemplo, si le decimos a un niño que es torpe o que es “malo” en algo, el estrés y el desánimo que generamos hará que se sienta más incapaz y actúe con mayor torpeza. Los niños son muy receptivos a las definiciones que hacen de ellos o a las “etiquetas” que les ponen sus seres queridos o sus iguales, por eso debemos ser muy prudentes a la hora de clasificarles como vagos, manipuladores, agresivos, obedientes, inteligentes, exitosos… Estos últimos adjetivos, a pesar de parecer positivos, pueden convertirse en una carga de autoexigencia y perfeccionismo.

etiquetas

“Cuidado con el buen comportamiento medido en obediencia. Puede ser fruto del miedo y la culpa.”

LAS METAS ERRONEAS: Atención, poder, venganza e insuficiencia.

Por el hecho de ser niños, muchas veces tenemos con ellos una actitud más permisiva y complaciente, pero también puede ser que nos permitamos darle un trato más intolerante y ofensivo. Es necesario cuidar la relación y conexión con el niño como lo haríamos como un adulto.

Si nos referimos al comportamiento del niño como “malo” o incorrecto estamos utilizando un lenguaje moralista que nos aleja de él, dificultando que podamos crear la empatía, la conexión y la confianza necesarias para ayudarle a explorar nuevas conductas.

“El mal comportamiento es desánimo infantil, es la solución que está poniendo a su problema de falta de conexión. Pasemos del lenguaje moralista al lenguaje de las necesidades»

La necesidad de pertenencia se entiende como el sentido de identificación de un individuo con un grupo, siendo el grupo familiar el más relevante y determinante de experiencias futuras. Sentirse parte conduce a emociones positivas como felicidad, alegría y calma. De la misma manera, el no sentirse parte puede desembocar en tristeza, soledad y ansiedad.

Rudolf Dreikurs, uno de los precursores de la Disciplina positiva sostiene que “no hay niños mal educados, solo niños desmotivados”. Esta desmotivación tiene su origen en la creencia errónea de que no son suficientemente queridos o importantes, o que son excluidos del grupo de referencia (familia, clase, amigos…). Para asegurar su pertenencia a estos grupos, los niños suelen establecer cuatro metas erróneas que generan “mal comportamiento”:

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¿QUE HACEMOS? Sugerencias comunes a las cuatro metas.

mi hijo se porta ml

-Reconoce las necesidades y emociones del niño en cada situación: Necesitamos hacer un cambio en nuestra manera de mirar y juzgar al niño. Los sentimientos de desesperación, enfado o impotencia que nos generan sus comportamientos, pueden impedir que veamos sus verdaderas necesidades e intenciones. No tomes sus acciones como un ataque personal.

-Escucha atentamente y construye relaciones de confianza: Programa reuniones familiares donde todos puedan expresar como se sienten, establece rutinas clarasy pasa un tiempo “especial” con el niño al menos una vez por semana.

-Es preciso asegurar su pertenencia también con pautas y límites que le ayuden a arraigarse en la tierra y le hagan pensar que están bajo una autoridad confiable.

No es útil el castigo porque le quitamos la oportunidad de recuperar el proceso pensante y generar nuevas formas de actuación. Cuando un niño teme el castigo comienza a actuar movido por el miedo y la culpa, estos sentimientos entorpecen nuestro objetivo; queremos que los niños hagan las cosas de manera diferente para que satisfagan sus necesidades de manera más beneficiosa para ellos. La recompensa o el premio nacen del mismo paradigma que el castigo (poder sobre otros), pero no fomentan la empatía, el respeto mutuo y el amor propio. No podemos obviar que nuestras necesidades y el bienestar de las otras personas son interdependientes (yo gano – tú ganas).

Amor incondicional: Es importante que confíen en que contarán con nuestra comprensión y amor, independientemente de como se comporten. Cuando perciben exigencia o expectativas sobre ellos, pueden pensar que nuestro amor está condicionado y que los querremos solo si actúan de determinada manera. Esta idea amenaza su autonomía y aumenta la posibilidad de que se resistan a cambiar de actitud.

Hacen lo que ven, no lo que les dicen. Actuemos más, hablemos menos.

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Referencias

Nelsen, J. (2007). Cómo educar con firmeza y cariño. Barcelona: Médici.

Rosenberg, M. Educar a los niños desde el corazón. Ser padres según la comunicaciónNoViolenta.

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El Mapa Educativo de la Disciplina Positiva

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